El cautivo de Peroniel
El Cautivo de Peroniel
UBICACIÓN DEL RELATO Almenar | Peroniel
≈ Por M. IBO ALFARO
Allá en el siglo XV, un vecino del pueblecito soriano de Peroniel, llamado Manuel Martínez, volvía satisfecho de luchar contra los musulmanes y con grandes deseos de llegar a su pueblo, para reunirse con su familia y narrar sus aventuras a los convecinos. Mas tuvo la mala fortuna de que en el camino se encontró con unos corsarios, los cuales le hicieron prisionero y le condujeron a donde tantos otros cautivos soportaban una vida mísera de esclavos: a Argel.
Allí, al servicio de los moros, iban pasando años de vida triste para el pobre Manuel. Cada día recordaba con más nostalgia a su mujer; a sus pequeños, que ya estarían crecidos, y sobre todo, aumentaba en él la devoción a la Virgen de la Llana, y verdaderamente obsesionado, de cuando en cuando pronunciaba su nombre.
Durante el día se dedicaba a las más penosas tareas: ya araba la tierra, ya abría canalillos por donde el agua corriese, o ya, uncido como una bestia, daba vueltas a la noria.
Llegó un día en que los moros quisieron saber qué significaba el nombre de Llana, que tan a menudo repetía el esclavo cristiano. Pensaron si sería el de su mujer, alguna hija, o el de su pueblo, pero al saber que se trataba de una Virgen, hicieron todavía más dura la vida del pobre esclavo: fue más penosa su labor, más escasa su ración y más severa la vigilancia: tanto, que por la noche dormía metido en un arca, sujeto con gruesas cadenas de hierro, y para mayor seguridad, sobre la tapa del arca se acostaba un moro.
Enternecida la Virgen de la Llana por las súplicas constantes del desdichado cautivo de Peroniel, la noche de vísperas de Pascua de Pentecostés, cuando, como de costumbre, descansaban en el arca el cristiano y el moro, hizo que el arca se elevase, y transportada milagrosamente por el aire, llegó a la ermita de la Virgen de la Llana, y en ella hizo su extraordinaria aparición precisamente cuando los fieles se disponían a celebrar la Pascua.
El júbilo sentido por los vecinos de Peroniel, así como por los del cercano de Almenar, fue grande, y para tan milagroso acto pintaron en la ermita un ángel que transportaba un arca por cuya abertura se ve atado con cadenas a Manuel Martínez. El segundo día de Pascua de Pentecostés sigue celebrándose este feliz acontecimiento.
- Publicado en Antología de Leyendas de la Literatura Universal, pág. 241, Leyendas de Soria (Muy resumida).
- • Recopilado y anotado por Florentino Zamora Lucas, Correspondiente de la Real Academia de la Historia.
- • El nombre de los pueblos concuerda con el que era utilizado en la época del texto.
El Cautivo de Peroniel
≈ Por el P. DAMIÁN JANÁRIZ
Entre los varios criados que tenía el Marqués de Almenar fue uno Juan Martínez Marrón, que se retiró a su pueblo Peroniel a pasar los últimos días de su vida, su pueblo natal.
Poco antes de morir le visitó el Sr. Marqués y al verlo preocupado, pensando en que dejaba a su hijo Manuel Martínez, en la orfandad, para consolarle le prometió cuidar de él como si fuera un hijo suyo.
Lo trajo al castillo y vivió en familia con el mismo trato que se daba a su hija legítima Blanca. Pasados los años, enterado el Marqués del cariño y amor que se tenían los dos jóvenes, les reprendió y arrojó del palacio a Manuel.
Apurado éste, por su inesperada situación, se alistó en el ejército, donde realizó grandes proezas en favor de la religión y de la patria.
Al fin cayó prisionero de los moros, quienes lo llevaron al Africa, lo vendieron como esclavo a un amo cruel, que lo amarró con cadenas y le dedicó a trabajos pesados haciéndole sufrir atroces tormentos.
Como Manuel era buen cristiano se encomendaba fervorosamente a la Virgen de su pueblo y enterado el amo le intrigó aquella devoción a la Señora, y Manuel se lo explicó inocentemente.
El amo se burló de él diciéndole cómo esa Señora no le libraba a lo que respondió el cautivo: «Si quiere esa Señora puede librarme del cautiverio». Desde entonces, aquel amo sin entrañas, le vigilaba en extremo hasta tanto de atarle con las cadenas y grillos y le hacía dormir en un arca cerrada, poniéndose el amo encima con el fin de que no se le escapara por la noche, ni pudiera libertarle la Señora.
Mas una noche, víspera de Pascua de Pentecostés, elevó se el arca por los aires, llevando al cautivo y a su amo, aterrizando en la villa de Almenar; asustado el moro abrió el arca y preguntó a su cautivo le dijese dónde se encontraban. Eufórico de gozo Manuel le contestó: «Este edificio es la ermita de mi pueblo y esa imagen es la Señora de la Llana, a quien yo me encomendaba cada día».
Casualmente aquel día o noche antecedente, Blanca la hija de aquel Marqués, se había dormido en la ermita, y quedó allí cerrada y el cautivo oyó su tos y la reconoció al punto. Las campanas comenzaron a tocar a vuelo, despertando jubilosas al vecindario y acudieron todos en tropel y presenciaron tan estupendo milagro de la Virgen de la Llana.
Seguidamente hubo grandes y jubilosas fiestas y, conmovido el moro terminó por convertirse, emocionado y contrito, cristiano.
Todavía se conservan en la Ermita de Nuestra Señora de la Llana, en Almenar, colgadas en la pared del presbiterio el arca negra, en que, según la tradición, vino transportado el cautivo Manuel, el moro, su antiguo amo, y de ellas penden las cadenas y los grillos que sujetaron al sufrido cautivo de PeronieI. En la puerta del sagrario de la Ermita está representada la escena maravillosa de la llegada de los personajes a la ermita de Almenar.
- Tomada esta leyenda del manuscrito del autor, Historia de las Imágenes y Santuarios de la Santísima Virgen en la diócesis de Osma. La Virgen de la Llana en Almenar (Soria).
- • Recopilado y anotado por Florentino Zamora Lucas, Correspondiente de la Real Academia de la Historia.
- • El nombre de los pueblos concuerda con el que era utilizado en la época del texto.