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La Virgen de los Milagros, Ágreda

Basílica de Nuestra Señora de los Milagros, Ágreda

Leyendas religiosas  Más información

La Virgen de los Milagros (MiguelilIo de Yanguas)


UBICACIÓN DEL RELATO  flecha Ágreda

 ≈ Por JESÚS LÓPEZ GÓMEZ

 

Virgen de los Milagros de Ágreda

Miguelillo era un muchacho de pocos años, natural de Yanguas, a quien sus honrados padres dedicaron a guardar ovejas de un rico caballero, que en 1347 residía en Ágreda.

Miguelillo, en unión de otros muchachos de su edad y mayorales por aquella época, cumpliendo órdenes de su amo, salieron con sus rebaños a Extremadura, donde eran abundantes los pastos.

En tarde diáfana, azulada, hallándose los pastores a orillas del caudaloso río Matachel, observaron con profundo asombro que de las rizadas y cristalinas ondas sobresalían potentes destellos de luz, ráfagas fosforescentes, sin que en aquellos momentos nadie pudiera explicarse los misterios del portento. El pastorcillo de Yanguas, en noche clarísima acudió a las márgenes del río, movido por el deseo de averiguar las causas que originaran la sorpresa de las gentes, y estupefacción profunda se apoderó del niño al creer observar, en las inmediaciones en que se hallaba, la apuesta y arrogante figura de una hermosa dama cubierta por cendal blanco.

Aquella matrona se esfumó entre las tinieblas que proyectaban los árboles del bosque inmediato, y el pastorcillo de Yanguas, atónito, pero animoso e impulsivo, bien pronto se halló en presencia de una caja, no tardando en abrirla, y en cuyo fondo se guardaba preciosa imagen de la madre del Redentor del linaje humano.

Miguelillo cayó de hinojos ante la efigie de María, cuando la luna, con sus rayos de plata, envolvía con su brillante gasa aquellos espacios.

Desde luego el pastorcillo de Yanguas, sin otros medios que sus débiles fuerzas sin el menor recurso, no contando con sus compañeros y sin reparar en la inmensa distancia que le separaba de su pueblo, concibió el decidido propósito de regresar a Yanguas con aquella caja misteriosa.

Resuelto en el ánimo del zagalillo el proyecto, pudo colocar con exquisito cuidado la caja sobre un jumento, que pacía en aquellas soledades, y se puso inmediatamente en camino, resuelto, decidido y animoso, a dar cuenta del suceso a sus amorosos padres.

La noche era estrellada, serena: allá, en los espacios siderales, pabellas de claridad, destellos luminosos que descendían inundando la profunda bóveda, abrillantaban los matices de la tierra, y en ésta se reproducía el concierto unánime de los insectos, de los pájaros nocturnos, el arrullo de las tórtolas y de las palomas torcaces.

Miguelillo atravesó veredas cubiertas por toldos de ramaje, que formaban las frondosas ramas de grandes abetos, elevados álamos y añosos nogales. El zagal marchaba abstraído, ensimismado por aquel suceso extraordinario aspirando las perfumadas emanaciones de las silvestres plantas, de los rosales, de los macizos de la verbena, de la madreselva, del tomillo, de las azucenas, de la hierba-buena y del geráneo.

Las suaves tintas de naciente aurora asomaron por Oriente, sin que Miguelillo experimentara fatigas ni debilidades; y al sombrear la tarde de aquel día, por nuevo prodigio extraordinario, se encontró en las cercanías de Yanguas, que reconoció al instante.

Sin embargo de aquella alegría, el muchacho observó, no sin asombro, que le era imposible penetrar en el pueblo, porque éste, a modo de amplio cinturón, estaba aprisionado por profundo río inabordable. No obstante, Miguelil!o intentó vadear la corriente impetuoso, y tuvo que retroceder para no ser víctima de un seguro fracaso.

Inspirado por misterioso arcano resolvió encaminarse a Ágreda, llegando felizmente al medio día de la festividad del Corpus.

El zagal, animoso, presentó la caja a su amo, relató minuciosamente la manera de que fue hallada, expuso las circunstancias del viaje y el suceso ocurrido al pretender presentarse en Yanguas.

Aquel caballero y su familia, después de adorar fervorosamente a la imagen, acordó rendirle culto en el templo de San Martín, que restauraron los yangüeses al venir a ser pobladores de Ágreda.

Aquella imagen de María fue después proclamada Patrona tutelar de la villa con la denominación de Nuestra Señora de los Milagros, acto aprobado por el Pontífice Paulo III.

Esta resolución fue motivada por haberse inclinado la imagen ante la casa que habitaba el moro Juan de Medrano, catecúmeno incipiente, cuya puerta se abrió con estrépito, por haberla cerrado el zapatero Medrano, cuando la imagen era conducida procesionalmente en 1527 por los barrios extramuros de Ágreda.

Infinitos milagros dispensó María a los agredanos. Miguelillo de Yanguas se hizo hombre; vivió muchos años sin que uno sólo se sucediera sin que dejara de saludar a María, a su Madre y Señora, como siempre la llamaba; y aquel pastorcillo, oculto entre los verdores del campo, oscuro por su pobreza, brilla en la historia de las gloriosas tradiciones de Soria y su Tierra por su amor profundo, por su constante veneración a la purísima Reina de los cielos, adorada con el nombre de Nuestra Señora, de los Milagros.

 

Más información

  • Publicado en Soria y su Tierra, Número extraordinario, Octubre 1904, Madrid, páginas 71-72.

  •  • Recopilado y anotado por Florentino Zamora Lucas, Correspondiente de la Real Academia de la Historia.
  •  • El nombre de los pueblos concuerda con el que era utilizado en la época del texto.

 


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