La Virgen de Inodejo
Virgen de Inodejo (APARICIÓN DE LA VIRGEN)
≈ Por el P. DAMIÁN JANÁRIZ
A un pastorcillo, natural de Las Fraguas, le cupo la desgracia de que le amputaran su mano derecha, y no pudiendo así ocuparse en trabajos forzados, dedicáronle sus padres al cuidado de las ovejas.
Su alma candorosa se elevaba al Criador y oraba ferviente en el vasto templo de la naturaleza, bajo el límpido azul de los espacios, subiendo sus cándidas plegarias con los perfumes de las flores hasta el trono de la Divina Majestad. Y aquellos ojos que retrataban cada día el fulgor de las blancas auroras y los destellos del sol poniente, fueron hallados limpios delante de los ángeles y tenidos por dignos de ver a la reina y Madre de Misericordia.
Pastoreaba tranquilamente cierto día y entonces fue cuando, poniendo su casta mirada hacia una encina, contemplaron en ella sus ojos a la Virgen Santísima, madre de Dios. ¡Qué emociones sacudirían el alma del buen pastorcillo!
La Virgen bondadosa dirigióle su palabra, diciendo fuese a llamar a su padre, pues le quería hablar. Obedece el joven; pero recibió de su padre amarga reprensión por dejar sólo el rebaño. Vuelve a cumplir con las órdenes de él; mas la Virgen Santísima mostró de nuevo su voluntad de que le llamase, porque deseaba hablarle a lo cual replicó angustiado el joven que le era imposible dejar sin vigilancia el rebaño, so pena de exponerse a las crudas recriminaciones de su padre.
Cuando decía esto, advirtió que una oveja se desviaba y le tiró una piedra; entonces le dijo la Virgen: ¿Por qué no tiras con la otra mano? Señora, contestó el pastorcito, hace tiempo que me falta. ¡Tírale con ella! insistió la Celestial Señora, y de repente se halló con la mano que le faltaba, usando ya de ella con expedición. Vuela todo alborozado a comunicar el encargo de la Virgen; córrese por el pueblo la voz de lo sucedido; acuden las muchedumbres entusiasmadas acompañando al feliz joven y al padre de éste, y hallan a la Inmaculada Madre de Jesús sobre la encina, en torno a la cual pacía el rebaño tranquilamente.
Manifestó la Virgen que deseaba le construyeran un templo y la venerasen en él, prometiéndoles en recompensa su auxilio y protección.
Como había acudido gente de muchas partes, entusiasmados por la Virgen y deseosos de tener tan grande honra y gloria en su pueblo, todos ofrecieron colocarla en su parroquia y, lo más pronto posible, edificarle un templo. Los de Villabuena, con gran respeto y devoción, decían a la Virgen: Nosotros le haremos un templo. Y la Virgen contestaba: ¿Y si no dejo? Mientras iban andando el cerro adelante, decían los de Villaciervos: Nosotros le haremos un templo; y de nuevo se oía la voz: ¿Y si no dejo?
Continuaban andando e iban diciendo los de las Cuevas, Camparañón, Quintana Redonda, Monasterio y otros pueblos: Nosotros le haremos un templo; oyéndose siempre la misma voz: ¿Y si no dejo? Digeron los de Las Fraguas: Ya que se ha aparecido en nuestro terreno la llevaremos a Las Fraguas y la haremos un templo: respondiendo de la misma manera: ¿Y si no dejo?
Caminaban sin cesar, hasta que en un punto, que es donde está el actual Santuario, impedidos por fuerza misteriosa, no pudieron pasar adelante, comprendiendo la gente era del agrado de la Virgen, le edificasen allí el templo. Todos a una dijeron: Aquí le haremos el templo; sin que volviese a replicar la Virgen manifestando de esa manera su agrado y consentimiento.
En adelante se la llamó la Virgen de Inodejo, por las muchas veces que dijo: ¿Y si no dejo? La sierra donde se apareció, desde entonces también se la llamó de Inodejo. Así consta en todos los documentos públicos y privados.
Agradecido el buen pastorcito; se constituyó ermitaño de la Virgen, quedándose allí toda la vida al servicio de su Bienhechora, correspondiéndole con fervor por el beneficio de devolverle milagrosamente la mano que le faltaba.
- Publicado en Historia y Novena de la Virgen de Inodejo, Soria, 1917.
- • Recopilado y anotado por Florentino Zamora Lucas, Correspondiente de la Real Academia de la Historia.
- • El nombre de los pueblos concuerda con el que era utilizado en la época del texto.