La condesa traidora
«La condesa, traidora», por tierras de gesta
UBICACIÓN DEL RELATO San Esteban de Gormaz
≈ Por «RAENCA»
- Tiene su relieve literario la leyenda de la «Condesa traidora», pero no es muy segura la toponimia de su desarrollo, no obstante daremos aquí una versión, aplicada a San Esteban de Gormaz, por «Raenca».
La conquista de este último lugar, de tan bello y evocador nombre castellano, tuvo un precedente en el «liviano capricho e incomprensible frivolidad de la Condesa de Castilla hacia el rey moro de Córdoba, que en San Esteban tenía sentados sus reales y fue, al mismo tiempo, origen y principio de la institución, tan famosa, de los Monteros de Espinosa».
Lo que el Conde Garci Fernández había arrebatado a los sarracenos y lo que su hijo, Sancho García, continuando su obra, logró también a costa de éstos, la Condesa Doña Aba, esposa del primero y madre del segundo, se lo ofreció al rey Mohamed Almonadio, «como prueba de un amor mercenario y bastardo», y no sólo fueron ofrecimientos los de ella, sino que llegó, «en su impudicia y mala pasión», a pensar en dar muerte a su hijo, envenenándole, cuando regresase de la caza, su distración favorita, ansioso de bebida.
Los designios de la Condesa llegaron a conocimiento de una de sus «cobijeras», que lo participó inmediatamente a su marido, uno de los más fieles y bravos vasallos del Conde Sancho García, llamado también Sancho, quien, por su bien probada fidelidad, apenas si se separaba un punto de su señor.
Por la confidencia de éste supo el Conde las intenciones de su madre, y dejando la partida de caza, en que se hallaba empeñado, llegó a su residencia. Aseguró a su madre, cuando ésta salió a recibirle, traer mucha sed, dándole así ocasión a que le presentase un gran vaso con el veneno preparado. Don Sancho no bebió. Invitó a su madre a que bebiese antes y como ésta se negase, «con enérgico ademán e imperiosa voz», convirtió la invitación en orden, y la condesa hubo de beber, haciéndolo de tal modo que apuró hasta la última gota del vaso, para, aunque perdiese la vida, «no dejar rastro de su infamia».
Entre la condesa y el rey moro estaba también convenido, que, una vez realizados sus deseos, echase al río una gran carga de paja, que al llevarla la corriente, hacia territorio enemigo, indicaría al afortunado monarca la consumación de su crimen.
El conde castellano dispuso al punto se armase su gente y después de emboscarse convenientemente, dio la orden de que se hiciese la señal convenida. Vista por Almonadio hizo que éste se pusiese en marcha con los suyos yendo dispuestos a caer sobre los cristianos, que afligidos y llorosos (según ellos creían) por la muerte de su señor, no podían esperar la inminencia del inesperado ataque, y el rey moro podría gozar de su amor.
Pero antes de llegar a las fortalezas castellanas viéronse los moros atacados de improviso por el conde don Sancho y sus mesnadas, que aquel día pudieron ensanchar para Castilla, un gran espacio de terreno, y plantar la cruz y sus banderas sobre San Esteban de Gormaz, morada de Mohamed Almonadio, que pereció con lo mejor de sus tropas en la refriega.
Tanto al presentar Doña Aba el veneno a su hijo, como en las escenas siguientes y en la lucha en campo abierto con los sarracenos, Sancho no se separó, ni apartó de su señor, recordándole, con señas y miradas, el peligro del veneno en el primer acto del drama y parando los golpes, que a éste iban dirigidos durante los combates.
Este fiel Sancho fue natural de Espinosa, villa de la provincia de Burgos, próxima a Villarcayo; con sus fieles revelaciones y su leal conducta no sólo logró salvar a su señor de la muerte, sino que evitó que toda Castilla cayese en manos de los árabes.
Para conmemorar aquel hecho de acrisolada lealtad al Conde de Castilla dispuso éste, que Sancho y otros cuatro allegados suyos, naturales también de Espinosa, velasen su persona y que sus descendientes llevasen el título y desempeñasen la misión de guardar su persona y la de sus sucesores, «hasta la consumación de los siglos».
Estos son, pues, los Célebres Monteros de Espinosa, llamándose así, según unos, porque Sancho, el de Espinosa, se llamaba Montero de apellido, según otros porque Sancho, hacía el oficio de montero en los instantes en que descubrió a su señor, yendo de caza, la traición que contra él se tramaba.
- Esta leyenda fue publicada en el periódico Duero, de Soria, el 5 de enero de 1943, con el título de «Historias y leyendas. San Esteban de Gormaz por Castilla».
- • Recopilado y anotado por Florentino Zamora Lucas, Correspondiente de la Real Academia de la Historia.
- • El nombre de los pueblos concuerda con el que era utilizado en la época del texto.