Márgenes del Duero
Bajo el influjo de la Historia y los poetas
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El Duero, a su paso por la ciudad de Soria, cautiva, sin lugar a dudas, a propios y extraños e inspira a los poetas. Los parajes sin igual que alumbran sus orillas continúan siendo el referente emocional de una ciudad que le debe su ser mismo, pues Soria nació del Duero. En el vado, allí donde se asienta el puente medieval, surgió hace mil años para su defensa y protección el núcleo original de la ciudad.
En este entorno, el Duero refleja en sus aguas joyas arquitectónicas cargadas de Historia y leyenda como la ermita de San Saturio, San Polo o los Arcos de San Juan de Duero.
Durante mucho tiempo Soria vivió de espaldas al Duero. El río se asociaba con la insalubridad y la ciudad fue creciendo alejándose cada vez más de sus orillas. Pero llegaron los poetas y con sus versos devolvieron el Duero al lugar privilegiado que le correspondía. Con sus leyendas, Gustavo Adolfo Bécquer lo envolvió de misterio, Gerardo Diego lo dignificó pero fue Antonio Machado, sin duda, quien mejor lo cantó e inmortalizó para siempre.
Soria, durante los últimos años, ha vuelto la mirada hacia el Duero. Diferentes fases de mejora de sus márgenes han convertido la zona en lugar de referencia para el ocio y esparcimiento. El paseo de san Prudencio con sus numerosas zonas ajardinadas, el Ecocentro, el Museo del Agua o el Camino del Agua se unen a los recursos patrimoniales ya existentes como la muralla, el paseo de Machado o los ya mencionados enclaves religiosos. Además, varios puentes y pasarelas comunican las orillas del río pudiendo disfrutar del Duero en toda su plenitud.
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El entorno del río
La fisonomía del río está bastante cambiada con respecto a su aspecto original, pues varias represas de sendos molinos, así como la presa de los Rábanos aguas abajo convierten lo que aún es un tramo fluvial de montaña en aguas tranquilas. Pero los valores naturales del Duero saltan a la vista.
A la particular geología de su entorno, destacando la falla de Santa Ana plena de vegetación propia de ribera como chopos, álamos, sauces o mimbreras, hay que añadir las de las laderas de los cerros circundantes, encinas en su gran mayoría, aunque también hay muchos arbustos propios de suelos degradados y algunas repoblaciones de coníferas y acacias en las laderas del castillo. Y por supuesto la fauna, tanto la propia del medio acuáticos (barbos, truchas, bermejuelas, cangrejos, ranas, sapos, libélulas, fochas, garzas, nutrias…) como del medio colindante (lagartos ocelados, águilas calzada, buitres comunes, gavilanes, tejones, ciervos…)
La ciudad nació para proteger un vado en la importante frontera entre árabes y cristianos primero, y entre Aragón y Castilla después. El Duero proporcionaba agua y defensa, e incluso marcó el crecimiento urbanístico, siendo escaso el desarrollo de construcciones en la margen izquierda. Durante varios siglos, en torno a sus orillas se desarrollaron gran parte de las actividades industriales: tenerías, curtidurías, molinos, lavaderos de lana… incluso las actividades espirituales, pues varias fueron las órdenes que se instalaron en las orillas: los hospitalarios en San Juan de Duero, los templarios en San Polo, los cistercienses en San Agustín y por supuesto, siglos antes, el anacoreta San Saturio en una cueva al pie de la sierra de Santa Ana. Con el tiempo sobre esta gruta se construiría una ermita en su honor y se le nombraría patrón de la ciudad.
Y aún hay una vertiente más del río, las actividades que se realizan en él o en su entorno. Estas van desde la pesca hasta el piragüismo, pasando por los paseos o picnic en las zonas habilitadas a tal efecto. También hay que mencionar el aspecto festivo-devocional, siendo el escenario de uno de los actos de las fiestas de San Juan, el Lunes de Bailas con su particular romería en la pradera de San Polo, y encontrarse en su entorno la ermita que acoge al patrón de la ciudad, San Saturio.